mayo 28, 2022

Una pintura de Jean-Pierre Duprey

Jean-Pierre Duprey, Le possible du cristal, c. 1952

El próximo mes se subasta en París este óleo de Jean-Pierre Duprey, quien es más conocido como escritor y como escultor. Curiosamente, se da de él como desconocidos el título y la fecha, cuando al reproducirlo Édouard Jaguer en su catálogo Le mouvement Phases de 1952 à l'horizon 2001 lo databa y titulaba tal cual ponemos aquí.

Por increíble que parezca, no existe ni una sola publicación que se ocupe de la obra artística de Jean-Pierre Duprey (y un catálogo de 2007 sobre las esculturas ha desaparecido de todos los mapas). Si hubiera sido "persona menstruante", ya tendría infinidad de catálogos con raudales de discursos parasitarios, lo cual es sin duda una mierda en el otro extremo. Yo me contentaría con una monografía que aborde honestamente y reúna todas las cosas que hizo uno de los surrealistas claves de la mitad del siglo XX.

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Toyen, dibujo de la cubierta de La forêt sactrilège, 1970

Jean-Pierre Duprey (1930-1959). Un día de 1948, Jean-Pierre Duprey le deja a Breton el manuscrito de Derrière son double en la galería de La Dragonne, produciendo en él un entusiasmo instantáneo, hasta el punto de que, a los pocos meses, un fragmento aparece en la primera página del n. 5 de Néon. 1948 y 1949 son dos años de fiebre poética para el joven Duprey, que ve su libro publicado en 1950, con frontispicio de Jacques Hérold. Sale en las ediciones Le Soleil Noir, donde se publicarán hasta 1970 un total de cuatro libros suyos, con ilustraciones, además, de Max Ernst, Toyen y Matta. También en 1950, Breton cierra con un texto de Duprey la edición definitiva de su Anthologie de l’humour noir, y en el Almanach surréaliste du demi-siècle se incluye “Spectreuses II”, ilustrado por Max Ernst. Aunque algo ausente del grupo, no deja de firmar algunos tracts.

En 1951, Duprey cesa de escribir, dedicándose a la escultura del hierro (que expondrá en À l’Étoile Scellée), a los relieves, al dibujo, a la pintura. En 1954 se aleja del grupo, encerrándose en su forja, como un nuevo alquimista. Desde el 55 colabora con Phases, y en el 56 expone diecisiete esculturas, con texto de Édouard Jaguer en el catálogo. A principios de 1959 vuelve a la poesía, pero un día de primavera se dirige a la llama del Soldado Desconocido, ubicada en el Arco del Triunfo, y la apaga con sus orines. En vez de firmar manifiestos o manifestarse en las calles, tan solo ese acto no anunciado a nadie. Escribe Alain Jouffroy: “Este gesto se distingue en blanco sobre negro de todos los «escándalos» organizados por los movimientos de vanguardia: ni fotógrafo, ni periodista, ni manifiesto, sino la coincidencia extrema del pensamiento y el comportamiento, nada más”. Y Jean-Christophe Bailly: “Su acción fue realizada solitariamente y con todo conocimiento de los riesgos corridos. Jean-Pierre Duprey no se había nunca expresado políticamente –su firma en varios tracts surrealistas no basta para testimoniar tal preocupación–, pero cometió en el santuario de la patria el acto más escandaloso, profanando uno de los más ridículos y de los más hipócritas monumentos del orden establecido. Su gesto, en plena guerra de Argelia, se muestra como el más desesperado y el más salvaje que un individuo puede llevar a cabo. Lejos de las teorías, de las organizaciones, de los sistemas en que la subversión tiende a enfangarse, se inscribe como la desnudez misma de la revuelta: incapaz sin duda de cambiar nada en el momento, pero dibujando el rostro del desafío que un individuo puede lanzar a la sociedad que lo oprime.” Denunciado por dos testigos, Duprey es detenido, brutalizado y encarcelado, pasando luego al hospital psiquiátrico de Sainte-Anne, donde estuvo 23 días. Al salir escribe los poemas de “La fin et la manière”, que le envía con su mujer, Jacqueline Senard (ella misma una amiga del surrealismo, con muy lúcidos artículos en Le Libertaire), a André Breton, minutos antes de ahorcarse.

Poeta inmenso fue Jean-Pierre Duprey, que se consideraba “alérgico al planeta”. En la exposición “Éros”, el surrealismo lo homenajeaba con unos poemas incluidos en el catálogo, a fines del año en que Duprey se marchaba. A principios del siguiente, la revista Phases, en su n. 5-6, lo incluía en su “Antología permanente de la experiencia poética”, reproducía una bella carta dirigida a él por Jacques Lacomblez (con fecha de enero del 59) y publicaba un gran ensayo de Alain Jouffroy, “À Jean-Pierre Duprey, le Supérieur Inconnu”. En 1961, el n. 2 de La Brèche incluye un poema suyo, con un dibujo de su amiga Toyen, quien en 1970 ilustraría con seis dibujos La forêt sacrilège. En 1964, Jorge Camacho pintaba El cráneo de la noche. Homenaje a Jean-Pierre Duprey y La doble aparición de Monsieur H (el principal protagonista de Derrière son double), que serán los cuadros elegidos por Breton para acompañar al año siguiente su texto de Le surréalisme et la peinture “Brousse au-devant de Camacho”.

En el Dictionnaire général du surréalisme et de ses environs, Jean-Clarence Lambert ha hecho una buena semblanza de Duprey. Bailly se ha encargado de la monografía de la colección de poetas de Seguers; su estudio es excelente, llamándolo “el último de los grandes videntes”. En 1987, la revista surrealista Ojo de Aguijón homenajeaba su poesía que “se mueve con la pureza, la claridad y la fuerza de los elementos”, y en 1990 Gallimard publicaba todos sus escritos, con un gran texto de Jouffroy, tratándose de un libro clave y capital, como el de los escritos de Rodanski. Al año siguiente, en el n. 123-124 de Opus International (“André Breton y el surrealismo internacional”), un buen dossier sobre él incluyó artículos de Pierre Vandrepote, Serge Sautreau, Michel Bulteau y André Velter, más un dibujo de Jacques Hérold en recuerdo suyo, de 1971, y un retrato fotográfico hecho por Elisa Breton. En 1998, la revista de Rouen Les Carnets du Gueuloir le dedicó su n. 3, en 2001 Le Cherche-Midi dio a conocer poemas inéditos con el título de Un bruit de baiser ferme le monde y en 2007 se expuso en la galería Martel-Greiner de París su obra esculpida, con un amplio catálogo.

“Soy de aquellos cuyos ojos han partido hacia el horizonte”.

(Caleidoscopio surrealista)