Cuando se cumplen dos años de fraudemia y se abre una relativa tregua para la siguiente, que tendrá lugar en 2024-2025, queremos dedicar este último número a la borregada, sin la cual nada hubiera sido posible. Y también a la piara de políticos, periodistas, científicos y sanitarios, que, aunque criminales, nos han dado también -lo cortés no quita lo atahualpa- incontables momentos de hilaridad.
No es que dejen de haber motivos de irrisión y sobre todo ira, ya que aún predomina por las calles la obscena imagen del viandante con bozal; quienes se han puesto del lado del Engaño y de la Muerte siguen estándolo; media docena de países se han sepultado en el fascismo sanitario; y la distopía absoluta se ha impuesto, creo que definitivamente, en este piélago de maldad, estupidez y cobardía. Pero como el guion ha cambiado y la vida covidiana o covidiota ya carece de la pujanza de horas mejores, no vale la pena insistir.
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La casta financiera y sus lacayos de todo orden, ya tan satisfecha con la plena sumisión de los antiguos contestatarios, se frota las manos cada vez que ve cómo las almas cándidas atribuyen los maleficios de la "pandemia" a la "agresión brutal de la naturaleza" y a "la aberrante destrucción del ecosistema" (ambos hechos, por supuesto, irrefutables y que se condenan en sí). Porque sabe que a semejantes panolis ecoclimáticos, que hubieran engrosado el magro cuerpo de los disidentes, les podrán endosar a partir de ahora sin mayores esfuerzos todas las "pandemias" que se inventen. En España, hasta aplaudirán a las ocho (siete, hora canaria).