¿Qué presentación necesita la Emperatriz? Pero como de costumbre motiva nuestra nota de blues la existencia de un libro. En el caso de Bessie, hay varios y bien conocidos, pero me limito a llamar la atención sobre el de pequeñas dimensiones que hizo Edward Brooks, porque se centra en sus temas, uno a uno tratados cronológicamente. Siempre que reescucho a Bessie, lo hago con la compañía de este libro, en que además tengo anotadas todas las referencias complementarias. Se publicó en 1982, y yo lo tenía en La Orotava a los pocos meses, servido por mis fieles amigos de la bonita revista inglesa Storyville, de la que fui suscriptor hasta el final y que vendía libros fantásticos. El prólogo es nada menos que del surrealista Georges Melly, el más grandes cantante de jazz europeo, e intérprete admirable de muchos temas de Bessie. En él nos cuenta que todos los días se vestía (y debía llevarse su tiempo, ya que era epítome de elegancia extravagante) escuchando la voz de Bessie Smith. Destaca la frescura y el entusiasmo del autor y dice que su libro está exento de "obvia pedantería", esto no siendo muy cierto, pero en fin.
La discografía de Bessie Smith, por supuesto, hay que conocerla en su totalidad, sin que valgan "antologías". Las cinco cajas dobles de la Columbia lo incluyen todo, con cuadernos llenos de fotos y buenos textos. Bessie Smith grabó con muchos de los mejores músicos de jazz: Charlie Green, Joe Smith, Louis Armstrong, Coleman Hawkins (lástima que antes de su revolución sonora), James P. Johnson, Jimmie Harrison, Tommy Ladnier, Eddie Lang, el poco conocido trombonista Joe Williams, Ed Allen, Cyrus St. Clair, Frank Newton, Jack Teagarden, Chu Berry... Le iban muy bien a su voz los acompañamientos solo pianísticos, y aparte James P. Johnson los tuvo de Fletcher Henderson, Irving Johns, Clarence Williams... Sus muchas grabaciones al principio con Clarence Williams, pese a las limitaciones pianísticas de esta figura crucial de los orígenes discográficos del jazz, poseen una fragancia inefable. Por desgracia, y a diferencia de lo que ocurrió con otras blueswomen (sobre todo las de Chicago), algunos de sus discos se ven estragados por los clarinetistas chillones como Bob Fuller y Ernest Elliot, una lacra de los años 20, aunque ello no le inmutaba a su portentosa voz.
Para el anecdotario: el 11 de abril de 1924, Thomas Alva Edison, en cuyo sello Edison se publicaron discos de jazz, anotaba: "Bessie Smith. Mala voz".