febrero 18, 2022

Fabio de Sanctis

Fabio de Sanctis,
Entrada de los surrealistas en la Place de la Concorde, 1996

Nacido en 1931, Fabio de Sanctis es uno de los grandes nombres del surrealismo. Si vamos a esa celebrada wikimierda que presume de "libre" y manipula y ejerce las censuras que le da la gana, por no hablar del espacio que se dedica a sí mismo cualquier pajullo, descubrimos que su artículo es un ridículo boceto, mientras que su compañero de armas Ugo Sterpini (1927-2000) ni existe (¡ni tampoco Renzo Margonari!). Afortunadamente, Arthur Schwarz le dedicó en 1997 un libro fantástico, que revela toda la magnificencia de su persona y de su obra. Un libro al que yo vuelvo siempre y que está repleto de ideas y propuestas fantomáticas.

Este pequeño homenaje al fabuloso anartista y anarquitecto se compone de los siguientes documentos:

1. La invitación en forma de declaración pública, realizada el 19 de diciembre de 1964, a la exposición de la Officini 11 en la Galería Roma. Ugo Sterpini, de paso por París, había conectado con el grupo surrealista, enviándoles luego el catálogo de muebles singulares, que entusiasmó a Breton y sus amigos, quienes los invitarían luego a participar en la exposición de L'Écart Absolu, un año después, exactamente.

2. Déménagement, texto dialogado en la colección Maintenant, donde expresa las razones por que abandona la arquitectura.

3. "Nuevas impresiones de Europa", firmado por Annie Le Brun y Radovan Ivsic, para una exposición de 1979.

4. Un ensayo de Édouard Jaguer.

5. Para redondear un póker de ases ensayísticos, el trabajo que le dedicó Sarane Alexandrian en el número 10 de Supérieur Inconnu (1998). Nótese que este ensayo incluye la reproducción de las obras Le fauteuil à main armée  y Lotus Solus, a las que alude Alexandrian y que yo prefiero plasmar aquí a todo color.

Fabio de Sanctis y Ugo Sterpini,
El sillón de mano armada, 1965

Fabio de Sanctis (1931). Figura importantísima del surrealismo. A los 18 años tocaba la tuba en una banda romana de jazz de Nueva Orleans –que dio en Roma el primer concierto de jazz de la postguerra–, y títulos jazzísticos, sobre todo de la era del swing, designarán algunas de sus obras. Se hace arquitecto, pero él se llamará –del mismo modo que Marcel Duchamp se consideraba “anartista”– “anarquitecto”, o sea todo lo contrario de esa peste mundial que son los fabricantes de edificios occidentales; del mismo modo, se negará siempre a considerarse un artista profesional. Crea entonces, con Ugo Sterpini, la Officina 11, dedicada a la construcción, valiéndose de diferentes materiales, de muebles y objetos puramente surrealistas, con muchos objetos absurdos, esculturas bizarras, muebles-equipaje, etc. Al año siguiente, se encuentran con André Breton, quien les dirige un mensaje (incluido en Le surréalisme et la peinture), y causan tal impacto en el grupo que este les hace un homenaje, “La poésie dans ses meubles”, con textos del propio Breton, Robert Benayoun, Radovan Ivsic, José Pierre, Alain Joubert, Joyce Mansour, Jean-Claude Silbermann y Philippe Audoin. Benayoun escribía: “Su revuelta anti-pop contra todo entorno funcional, su rechazo de ese pleonasmo vital que consiste en incrustarse en lo que la civilización industrial tiene de más feo y de más uniforme, su respeto por los azares que reintroducen lo natural en lo fabricado, hacen de este dúo los artesanos de lo fortuito para sentarse y acostarse, de lo incongruente para apoyarse y acurrucarse, de lo inaudito de secretos bien guardados. Ellos han creado interiores nunca preparados, inencontrados y siempre deshechos, unready-mades donde uno debería sentirse como en su casa”. Ni que decir tiene que los muebles de la Officina 11 son únicos, ajenos por completo tanto al “estilo” como a la serialidad (y a la seriedad, ya que todos son a la vez obras maestras del humor objetivo). En 1965, su colaboración en la exposición de “L’Écart Absolu” es excepcional.

Llega la ruptura de 1969 y Fabio de Sanctis se alinea con el grupo de Maintenant, cuyas ediciones publican en 1974 el delicioso texto dialogado Déménagement (donde da cuenta de por qué deja la arquitectura) y en cuyo diccionario de los “Objetos de identidad” participa junto a Dax, Goldfayn, Gronier, Ivsic, Le Brun, Legrand y Toyen. En 1972 ha propuesto para el premio de escultura de la Bienal de Venecia a László Tóth, quien había heroicamente atentado contra la Piedad de Miguel Ángel en San Pedro de Roma. Desde 1973, colabora con el movimiento Phases. En 1979 celebra su primera exposición en París, concretamente en la galería Le Triskèle, propiedad de Sophie Babet, que en los años 50 había dirigido À l’Étoile Scellée; Radovan Ivsic y Annie Le Brun escriben en el catálogo el texto “Nuevas impresiones de Europa”, donde afirman que “raramente el objeto ha sido más amenazante, a excepción quizás del casco de El castillo de Otranto”.

Un libro verdaderamente capital, ineludible en toda biblioteca surrealista que se precie, aparece en Bolonia en 1997: Fabio de Sanctis. La memoria del viaggio (en italiano y francés), de Arturo Schwarz, quien lo entrevista demoradamente –entrevista apasionante–, con numerosas ilustraciones, el inventario de sus películas (cerca de una veintena, de 6 a 45 minutos), el citado homenaje colectivo de “La poesía en sus muebles” y un texto espléndido de Édouard Jaguer; escribe Schwarz: “En el panorama de la escultura contemporánea, la obra de Fabio de Sanctis es un raro ejemplo de fidelidad hacia su propio modelo interior. Ello explica la intensidad de su carga poética y su valor revolucionario”. Este impresionante volumen se ocupa de toda la obra del anartista, desde El animal totémico pacífico (1958) a la Entrada de los surrealistas en la Place de la Concorde (1996), no faltando el relato de todas sus intervenciones, incluida una serie de acciones contra una de las plagas más infectas del mundo contemporáneo, o sea el turismo, así como el mensaje de Breton y el texto colectivo del grupo surrealista. Este fenomenal libro también inspiró a Sarane Alexandrian el precioso ensayo “Fabio de Sanctis en sus travesías de las apariencias”, publicado en el n. 10 de Supérieur Inconnu (1998).

“Los que menos me gustan son los que fabrican esculturas centro de ciudad para las plazas públicas. Son obras que conspiran con el urbanismo, que aprueban y justifican la vida y la realidad aparentes.”

(Caleidoscopio surrealista)


Fabio de Sanctis, Lotus Solus, 1986