diciembre 29, 2021
Big Bill Broonzy (1893-1958)
Big Bill (derecha), con otros dos gigantes del blues, Bill Gaither y Memphis Slim |
Todas las letras de este gran compositor que era Big Bill (así conocido en sus primeros tiempos) se encuentran reproducidas en la monumental obra en trece tomos que R. R. McLeod dedicó a las grabaciones de los sellos Document, Blues Document y Yazoo.
Big Bill Blues es el título de este pequeño pero sabrosísimo libro en que Big Bill (a través realmente de unas cartas) cuenta su "historia" y comenta sus discos más representativos, con autenticidad y un humor del que con frecuencia es objetivo él mismo, y poco importa que la exactitud de los datos y hechos que refiere sea poco fiable. Esta joyita lleva un prólogo de Stanley Dance, maestro de la crítica jazzística, y dibujos de Paul Oliver, el hombre que más sabía de blues y que más hizo por los blues (curiosamente, un arquitecto inglés).
De Big Bill hay muchos registros con el genial pianista Black Bob, una de las figuras más enigmáticas de la historia del blues, ya que, habiendo grabado profusamente, y con muchos bluesmen y blueswomen de primera categoría, siempre en Chicago, nadie ha podido contar absolutamente nada de él y no se tiene ni una sola foto suya.
"Quiero un trabajo que entre a las 12 y salga a la 1, con una hora para almorzar".
A las autoridades
Políticas, sanitarias, científicas, judiciales, religiosas, educativas, militares, policiales, etc., etc.
diciembre 26, 2021
diciembre 24, 2021
diciembre 23, 2021
Fantomas: “El tren perdido”
El primer
estudio es el dedicado a Fantomas “visto por los poetas”, como Robert Desnos,
Max Jacob (que le dedicó dos textos en El cubilete de dados y quiso
crear un Club Fantômas), Ernst Moerman, Blaise Cendrars (en sus 19 poemas
elásticos) y otros, entre los cuales indeseables como Cocteau y Neruda; un
poco al margen se nos da cuenta del proyecto de película por René Clair, quien
llegó a hacer un bosquejo de adaptación, pero abandonó al considerar imposible
para sus medios hacer una reconstrucción fiel del París fantomático.
Marcel
Allain (¡qué suerte haya vivido tanto!) habla del Fantomas de Feuillade y de
Fantomas en el cómic, desarrollando la manera como deberían ser tratados los
personajes de la saga.
Hay por fin
una bibliografía de los fantomas de Souvestre y Allain, de los de Allain en
solitario, de los tres teatrales, de los cinco en cómic, de las foto-novelas
(diecisiete fascículos en 1962-1963) y de las restantes obras de Souvestre y
Allain al alimón y solos ante el peligro.
*
Vemos aquí dos portadas de “El tren perdido”. En la francesa, Fandor y el tren, y en la portuguesa la deliciosa Elena. Me quedo con la portuguesa, por aparecer Elena y por ser mucho más bonita la palabra “comboio” que la palabra “train”. (Próximamente volveré sobre las populares ediciones de Fantomas en Portugal.)
Albert Ammons (1907-1949)
Albert
Ammons compone, con Pete Johnson y Meade Lux Lewis, el triunvirato de gigantes
del boogie-woogie.
Entre los
discos de la lista de mi amigo Christian Humbert (a cuya monumental página,
solo comparable a la de “El muro del rock”, empiezo hoy a remitir), los
principales son los tres de Classics, ya que la obra de Albert Ammons es
valiosa en su totalidad y aquí está recogida toda cronológicamente, a excepción
de algunas intervenciones en vivo.
Por suerte
hay un bellísimo libro sobre Albert Ammons, insuperable, definitivo, publicado
en 1997, que contiene al final unos riquísimos comentarios a cada una de sus
sesiones, nada menos que por Axel Zwingenberger, portentoso pianista alemán que
podía tocar en todos los estilos de los maestros y el más sabio conocedor de
esta gran música.
Psicopatología de la vida covidiana (2)
En un
reciente número de Infosurr, al reseñarse la revista The
Oystercatcher, leíamos que su director esperaba “que la covid fuerce a la
sociedad a no regresar a la normalidad de la economía rapaz y
destructora del mundo de antes”. Y yo me pregunto si este Sakolsky es ingenuo o
lo otro. Del mismo modo, un curtido anarquista llegaba a afirmar en su revista
que en marzo de 2020 los gobiernos se vieron obligados a elegir entre salvar
vidas o salvar la economía, optando por lo primero. De nuevo es ingenuidad o lo
otro, pero ¿cómo pueden ser ingenuos tras toda una vida dedicada al espíritu
crítico? ¡Tener fe en los gobiernos! Pero encima, hablar de “salvar vidas” cuando
lo que hicieron los gobiernos durante los meses de los encarcelamientos fue,
precisamente, todo lo contrario: asesinar a infinidad de ancianos en hospitales
y residencias, que es lo que, por cierto, se salía a aplaudir masivamente en
España a las ocho de la tarde durante aquellos felices días en que
surrealistas, anarquistas, anticapitalistas y demás familia, rebosando una
conmovedora confianza en el Estado, agradecían a sus gobiernos que los
encarcelaran en sus casas (aquellos a lo que más llegaron fue a hacer una
simpática encuesta sobre la experiencia de lo que llamaban, utilizando el
lenguaje de los amos, “confinamiento” o “lockdown”). Véase el contraste con la
actitud de este maravilloso viejo italiano (aunque la grabación fue subida en
noviembre, pertenece a abril de 2020):
Y es que,
más allá de la gravedad de un virus cuya existencia han cuestionado algunos con
argumentos que nada tienen de absurdos, quien no se haya posicionado inmediatamente
contra el encarcelamiento de la gente, poco o nada tiene que decir acerca de la
libertad. Es un esclavo y se merece el bozal, los pinchazos y el pase nazi.
Yo, menos
crispado que el vejete, salí un par de veces a propósito a esa hora para
responder a las ovaciones de la chusma, simulando que creía iban dirigidas a mí
(ya que no había más nadie en las calles), en un caso siendo increpado
coléricamente. ¡Que saudades!
*
Estamos
asistiendo a un mundo en que lo patológico es lo corriente, pero si la
estupidez no tiene límites, tampoco los hay para quienes se ríen de ella. Por
ello, aunque no todas las imágenes que la componen tengan humor, sigo con mis
viejas galerías de Surrint, dirigidas a quienes no han sucumbido al grosero
montaje apestoso-sanitario de los dos últimos años y a los que ya han descubierto,
más vale tarde que nunca, ese montaje de los de arriba.
*
Documental
sobre unos amigos permanentes del surrealismo (al menos del antiguo
surrealismo, por el de hoy ya no respondo):
*
¡Última
hora!
Acaba de
llegar a la redacción de “La banda de Fantomas” la noticia de que, según el
estudio científico de unos expertos, habría sido descubierta en un pueblo al
sur de Chile una variante ¡con todas las letras del alfabeto griego! ¡O
“lockdown” mundial rápido, o aquí no escapa ni dios!
diciembre 19, 2021
Paulhan y Breton
Jean Paulhan
aparece en el “Rendez-vous des amis” de Max Ernst, lo que le da sin duda mucho
prestigio. Poco conocedor de su obra, yo lo menospreciaba algo, al considerarlo
uno de tantos racionalistas de la literatura. Pues bien: mi valoración de este
gran hombre de letras ha subido muchos enteros tras la lectura de su
correspondencia con Breton.
La edición
es muy buena, y Clarisse Barthélemy ha realizado un gran trabajo, con un estudio
inicial muy denso y anotaciones certeras.
La relación
entre Breton y Paulhan tiene dos grandes épocas, con un silencio entre 1926 y 1935,
o sea coincidente con los tiempos en que los surrealistas decidieron ponerse “al
servicio de la revolución”, desatendiendo a Antonin Artaud, para quien era la
revolución la que debía ponerse al servicio del surrealismo. Para colmo,
identificaron a la revolución con los imbéciles del PCF y el serial killer
de Georgia. Paulhan (que por cierto venía del anarquismo) pone al desnudo las contradicciones del surrealismo al
adherirse al PCF y denuncia la “ensalada marxisto-hegeliana” en que ha
desembocado el ensueño de absoluto con que André Breton se había levantado en
armas. Breton lo insulta y Paulhan le manda sus testigos, pero Breton no estaba
para duelos. En 1935 hablarán de un “malentendido”.
En la
primera etapa, Breton le dedica a Paulhan “Sujet” (1918) y hay una relación muy
cordial, con un Paulhan que era mayor que Breton y a quien Breton respeta mucho,
incorporándolo a Littérature. Henri
Béhar, en el Dictionnaire André Breton, ya daba todas las pistas de esta
entente de los años 20, así como de la segunda época, y Georges Sebbag, en el
imprescindible Potence avec paratonnerre. Surréalisme et philosophie, ha
indagado la cuestión del lenguaje tal y como se planteaba en ambos durante
aquellos años fundacionales.
Pasan los
ocho años de silencio y, tras la publicación de Posición política del
surrealismo, se produce el reencuentro, en cartas que van rápidamente, por
parte de Breton, del “Señor director” al “Querido amigo”. Breton le dedica El
amor loco con palabras muy bellas, como solían ser las de sus dedicatorias.
Paulhan le publica textos claves, intercambian palabras sobre la Antología
del humor negro y se convierte en “editor cómplice y confidente”, cuya “admiración
recíproca” va a ganar con los años “profundidad y confianza”, por decirlo con
Clarisse Barthélemy, quien explora la comunicación que se produce en un triple
plano: político, filosófico y poético, tanto en el breve pero conturbado período
anterior al exilio como en el del retorno y años sucesivos. Como es sabido,
Paulhan es quien invita a Breton a tomar la palabra –vibrante palabra– sobre
Antonin Artaud, la primera intervención de su retorno parisino.
Paulhan es
pues un cómplice privilegiado entre los externos al movimiento surrealista, y
aunque demasiado hombre de letras, poseía una categoría extraordinaria, no
estando exento su perfil de cierto misterio, que lo hace más atractivo aún. Hay
apuntes interesantes sobre La lámpara en el reloj, Flagrante delito,
el esoterismo (uno de los terrenos en que se encontraban), Pleine marge,
la colección Revelación y proyectos como el de publicar la novela visionara de
Kubin (recuérdese que Breton solo llegó a editar a Fourré), el asunto de las
grutas en que Breton se vio envuelto por hacer lo que deberíamos estar haciendo
siempre, el juego de lo uno en lo otro, L’Art magique, el nefando
Cocteau cuando lo hicieron “Príncipe de los Poetas” (deshonrando un título que
ostentaba Paul Fort), la Compañía del Art Brut, el descubrimiento de Saint-Cirq
Lapopie, Malcolm de Chazal (con quien Paulhan sostuvo una fascinante
correspondencia), etc. Al nombrarle Breton a Maurice Heine, le dice: “no he conocido
ser más puro ni más raro”.
No hay
cartas en los último cuatro años de la vida de Breton, quizás motivado ello por
el hecho de que Paulhan se convirtiera en académico, lo que en verdad es un
oprobio, como infinidad de veces denunció en el mundo literario hispánico Ramón
Gómez de la Serna. Pero seguramente ocurrió lo que en tantas correspondencias,
produciéndose un lapsus que luego se prolonga por inercia de las dos partes.
Paulhan no
olvida a Breton y organiza el homenaje de la NRF, del mismo modo que ya
colaboraba en el pionero libro de ensayos y testimonios de Marc Elgendinger, en
1949.
Jean Paulhan muestra en estas cartas ser un espíritu con grandeza. Aparte de ello, qué superior a casi toda esa crítica universitaria de los últimos cincuenta o sesenta años, tan pedante en sus pretensiones “científicas”. Figura además serenamente independiente, Paulhan merece sin duda formar parte del “rendez-vous des amis”.
diciembre 12, 2021
Patrick Lepetit: “La tête d’Ogmius”
Hace casi
diez años –febrero de 2012–, Patrick Lepetit publicaba Le surréalisme.
Parcours souterraine, uno de cuyos capítulos, el dedicado al surrealismo y
el mundo celta, ha desarrollado ahora, admirablemente, en La tête d’Ogmius.
Surréalisme et mythes celtiques.
De nuevo
Patrick Lepetit estudia todo el surrealismo, de sus orígenes y
antecedentes al momento presente, y de nuevo nos da una aportación sólida y muy
documentada a la materia fascinante que ha tratado con un encomiable entusiasmo sostenido.
Este trabajo
de envergadura total está dedicado a Suzel Anya y a la memoria de Jean-Claude
Charbonel, de cuyos “armorígenes” nos ocupamos más de una vez en Surrealismo
Internacional (tuve además la fortuna de intercambiar algunas cartas con este
fabuloso artista).
A la cabeza
una cita de André Breton, perteneciente a las mironianas Constelaciones,
exactamente a la titulada “Cifras y constelaciones enamoradas de una mujer”:
“La tête d’Ogmius coiffée du sanglier sonne toujours aussi clair par l’ondée
d’orage”, siendo Ogmius un dios galo e irlandés de la elocuencia y guía de los
muertos, descubierto por Breton en las monedas galas que había exhumado
Lancelot Lengyel. De los epígrafes con que engalana la obra, destaco este,
estupendo, definitivo, de Pierre Peuchmard: “Soy materialista, sí. De la
materia de Bretaña, por ejemplo”.
En el
“liminar”, Patrick Lepetit opta por un pasaje de La diosa blanca de
Robert Graves, una obra que yo leí hace muchos años por sugerencia de Raúl
Henao. Temática: la degradación de la poesía en el mundo “civilizado”, que es
la antípoda del mundo de la materia amada por Peuchmaurd.
En la
introducción, nuestro ensayista avizora la geopoética de Kenneth White, la obra
de Ithel Colquhoun, la labor de Markale y Lengyel, pero a estos nombres se
suman en el primer capítulo los de infinidad de surrealistas o de figuras
conectadas al surrealismo. A saber: Pierre Roy, Jacques Viot, Camille Bryen,
Yves Tanguy, Jacques Baron, Pierre de Massot, Robert Desnos, Pierre Alechinsky,
Julien Gracq, Alice Rahon, Georges Hugnet, Georges Limbour, J.-F. Chabrun ,
Charles Estienne, Yves Laloy, Yahne Le Toumelin, Yves Elléouët, Leonora
Carrington, André Breton, Adrien Dax, Charles Estienne, Toyen, Krizek, Artaud,
Dotremont, Leiris, Penrose, Eileen Agar, Granell, John Welson y los
surrealistas actuales del País de Gales y Jacques Lacomblez. Algunos nombres
permiten aproximaciones a figuras situadas fuera del movimiento surrealista,
como Elléouët a Joyce, Dylan Thomas y Beckett, Leonora a Yeats o Artaud a
Synge. La menos legítima es a mi juicio la de Joyce, cuyo rechazo por parte de
la generalidad del surrealismo es mucho más importante que el interés de alguno
que otro (me permito volver al iconoclasta Gombrowicz: “Libros como La
muerte de Virgilio o el célebre Ulises son imposibles de leer, por
ser demasiado artísticos. Todo en ellos es perfecto, profundo,
grandioso, elevado, pero no retiene nuestro interés, porque sus autores no los
escribieron para nosotros, sino para su dios del arte”; yo lo leí cuando vivía
en una pensión de la Plaza Real de Barcelona, invierno de 1974, y me produjo
ese tipo de admiración estéril: jamás volví a leerlo, a diferencia de tantos
otros libros, y muchos de ellos carentes del mínimo empaque).
Yves Elléouët, Menir, 1966 |
No seguiré
deteniéndome en La tête d’Ogmius porque aún no inicié la lectura de los
capítulos en que se ocupa de figuras específicas: Julien Gracq, Leonora
Carrington y la búsqueda del Grial; Stanislas Rodanski y el mito de Tristán e
Isolda; André Breton, Yves Tanguy y el mundo sumergido; Ithell Colquhoun y la
diosa de los inicios; y Elléouët, Estienne, Fourré y La leyenda de los
muertos. Todo un suculento menú, en
páginas que sin duda serán a partir de ahora un referente para cada uno de
estos autores en su relación con esta temática clave para muchos de los vasos
comunicantes entre surrealismo y mundo celta.
Extrañaba el
nombre de Roger Renaud, quien en sus artículos tremendos del Bulletin de
Liaison Surréaliste, exaltaba la cultura celta contra Roma a la vez que la
cultura amerindia. Pero asomándome prematuramente a las páginas de la
“Conclusión”, veo que aparece con todos los honores.
Este libro
no tiene otro defecto que carecer de ilustraciones, exceptuada la de John
Welson (Paisaje celta, de 2014) en portada. Ha recibido la Beca Sarane
Alexandrian de creación de vanguardia, y lo que yo puedo garantizar plenamente
es que Sarane Alexandrian habría exultado de alegría con él.
*
Patrick
Lepetit se pasa los meses de marzo en el semáforo de Creac’h de la isla bretona
de Ouessant. No es de extrañar que lance al mundo libros tan apasionantes. En
marcha ya está otro titulado La saliva de la luna. Surrealismo y alquimia,
una monografía sobre Odile Cohen-Abbas y una recopilación de poemas. Aquí
tenemos una foto del faro aledaño y al poeta y ensayista a bordo del fabuloso
semáforo marino:
*
Uno de los
libros que ha manejado Patrick Lepetit es el de Yves Vadé Pour un tombeau de
Merlin, donde veo que se trata del surrealismo y de André Breton en
particular. Vadé es autor de una de las obras fundamentales para los cursos de
Romanticismo que antaño yo impartía: L’enchantement littéraire. Écriture et
magie de Chauteaubriand à Rimbaud, por lo que espero hablar próximamente de
esta otra cuya existencia yo no conocía.
Ahora en
cambio recuerdo esta maravilla de Jean Markale, uno de mis libros favoritos:
Recordemos también que en 2015 se publicó ya un interesante librito sobre el surrealismo y la Bretaña.
*
Tras
escribir la nota de Patrick Lepetit en el semáforo de Creacc’h, a las tres de
la mañana me despierto con un sueño singular. Estos suelen referirse a Foz-Tua,
uno de los antiguos cruces de trenes a orillas del Duero portugués, hace años
desactivado, y que son los únicos que transcribo para guardármelos, dada la
transfiguración que el sueño opera sobre el rincón quizás más mítico y entrañado de mi vida. Esta
vez el espacio es otro, y lo que puedo referir aquí, como es usual, solo da una
pálida imagen del esplendor del sueño. Llevo años queriendo encontrar una buena
casa cerca del mar, para irme de una ciudad execrable, fría y fea, a donde vine
a parar por quedarme cerca del trabajo y haber encontrado una buena casa que me
alquilaban unos conocidos sin contrato, o sea solo de palabra, que es lo que a mí
me gusta. Llego con unos amigos que me traen en coche a una casa cercana al
océano, sin que para nada sea Canarias: probablemente se trate de Portugal, con
algo de la diminuta aldea del Baleal, a la que solo se accede en la marea baja
por una lengua de arena. Pero aquí solo hay dos casas, terreras, y delante de
ellas, tras unas pequeñas dunas, un poco de arena y un mar tormentoso, que es
imposible no se haya ya zampado las casas. La que alquilan parece tener
solo dos habitaciones, pero enormes. La dueña se disculpa de que no haya casi
nada, porque la ha ido despojando para el alquiler. Delante, unas ventanas
angostas no dejan entrar mucha luz. El alquiler es bajo porque el autobús solo
pasa a kilómetro y medio. En la casa de al lado vive un pintor ciego llamado
Bruno Montpied, y yo con alguna vanidad les digo que ya lo conozco (la única persona que reconozco entre quienes me acompañan es Nilo Palenzuela, un amigo canario muy fino crítico de arte). Los cuartos
están abiertos, también muy grandes, y sobre unos tableros hay muchas de sus
obras. Solo al recordar el sueño me daré cuenta de que no son otra cosa que
cuadros de Scottie Wilson, tras habérseme parecido a los de John Welson, uno de
los artistas invocados por Lepetit (al buscar una ilustración de Scottie Wilson para cerrar este artículo, pienso que los lienzos sobre los grandes tableros eran como ¡una fusión del arte de Wilson y Welson!).
Meses después, he alquilado la casa y arreglado el ventanal, por el que ahora se inundan los cuartos de luz. Hay otros conmigo, incluso niños, como si tuviera una familia, algo que nunca he tenido, ni querido ni quiero tener. La visión me recuerda las pinturas de algunas cubiertas de los Moody Blues realizadas por Phil Travers, y en especial, desplegando portada y contraportada, la del disco Hopes, wishes and dreams de Ray Thomas, que contenía el bello tema “Migration” y en la que se ven casas junto a un arenal y en medio del mar un velero y... un faro.
(Ya dando una vuelta por los cerros de Úbeda, este Ray Thomas era un cantante enfático y hasta algo cursi, perdido desde que no tenía la protección del genial melotrón de Mike Pinder, la verdadera alma de los Moody Blues, mucho más que el excelente compositor, vocalista y guitarrista que era Justin Hayward; pero en este disco, el tema señalado se elevaba por encima de la medianía.)
Scottie Wilson, Sueño, c. 1930, Gimpel Fils Gallery (Londres) |
Una carta de André Mimiague
De nuevo
recuerdo los enlaces en que me he ocupado de André Mimiague, de la Parapluycha
y de la Graphicha. Constituye sin duda todo ello uno de los descubrimientos más
extraordinarios que me han deparado el surrealismo y el mundo entero en esta
última docena de años.
“Un tango
que dice NO!”
Jean-Claude Silbermann, en Sam Berlinn
Las audaces
ediciones Sam Berlinn siguen ofreciéndonos estas bellas comunicaciones poéticas
de Jean-Claude Silbermann. La nueva lleva por título Les trois enjambées du
serpent, y su aparición coincide con la de su poesía “casi completa” en Le
Grand Tamanoir, de que hablaremos futuramente.
Los tres
“enjambées” son el amor, la muerte y la despreocupación, en capítulos a los que
precede un dibujo de este también maravilloso artista del surrealismo
(reproduzco el correspondiente a “la muerte”).
Quien revela
tener como libro de cabecera nada menos que las Memorias de un amnésico
de Erik Satie, puede perfectamente enfrentarse a “los colores podridos de Dios,
de la Patria, de la Causa”, pero además, en el tercer capítulo, evoca a todos
sus amigos de los años juveniles surrealistas, como Jean de Sade y Mimi del
Choc, Robert ben Carrol, Marie Rueda de Oro, Jorge Barón del Caos, André del
Chotacabras, Benjamín del Fuego Sublime, etc.
Todo una “banda” fantomática que se podría hospedar en el Hotel de la
Poesía, donde solo reina “la poesía de contrabando”, para Silbermann “la única
hoy en día que no está adulterada”.
“La
desobediencia es mi oficio.”
“Cuando duermo, mi corazón vela.”
diciembre 11, 2021
Una obra excepcional de Richard Waara
diciembre 07, 2021
Un libro antológico sobre el surrealismo en los Países Bajos
Laurens
narra cómo se fue creando su colección (del modo más legítimo, o sea sin nada
de cálculo comercial) y se detiene en aquellos que considera fueron sus guías
en el surrealismo: Jack van der Meulen, Édouard Jaguer y Mário Cesariny (los
dos últimos, por añadidura, dos buenos amigos míos).
Su fino
trabajo no sorprende, ya que no se espera otra cosa de él, pero sí el de Saskia
van Kampen-Prein, lleno de sensibilidad y comprensión, con verdadera
documentación sobre lo que habla y comentando iluminadoramente cada una de las
obras reproducidas, ya que no solo se encarga de la introducción sino del
catálogo. En este, las figuras individualizadas son Theo van Baaren, el belga Jacques
Lacomblez, Willem van Leusden, Rik Lina, J. H. Moesman, Jaap Mooy, Jörg Remé,
Jan Schlechter Duvall, Kristians Tonny, Her de Vries y Philip West (este último
por ser uno de los participantes en la exposición de Amsterdam en 1977). Las
semblanzas de Tonny y Schlechter Duvall son soberbias.
Esta es una
de las grandes publicaciones sobre el surrealismo aparecidas a lo largo de este
año próximo ya a la defunción.
Willem van Leusden, Alquimia de la pasión |
Estudios fantomasianos
En las
primeras páginas, una breve encuesta sobre la actualidad del mito fantomático
incluye una respuesta de Guy Girard. Sigue una conferencia fascinante de Marcel
Allain, proferida en 1967, cuando contaba 83 años. Entre muchas cosas, refiere
cómo él y Souvestre fueron haciendo Fantômas (él 44 volúmenes ¡sin
escribir una sola línea!), cómo se repartían los personajes por pares e
impares, inspirándose en conocidos para evitar las incongruencias, y cómo, pese
a todos los cuidados, incurrieron en una amplia gama de deliciosos disparates.
También diserta, y ampliamente, sobre las versiones fílmicas de la saga
literaria.
Uno de los
mejores trabajos es el de Didier Blonde, “El hombre de los cien rostros”.
Considera a Fantomas “el Satán moderno” y lo aproxima a Maldoror, “su primo”;
si este se asombraba de haber nacido solo de un hombre y una mujer, Fantomas ni
siquiera conoce su origen. Pasa revista a los múltiples disfraces de Fantomas,
quien hasta se disfraza de sí mismo (recordemos al Tom Bob de El policía
apache). “Su primera infracción a la ley es carecer de identidad
determinada”, concluye Didier Blonde, aunque cuando afirma que en la última
novela de la serie original asistimos a su suicidio disfrazado de accidente,
nos preguntamos si no se trata más bien de un accidente disfrazado de suicidio.
Otros
estudios meritorios son el de Jean-Claude Vareille sobre el París de Fantomas,
el de Dominqie Kalifa sobre Fantomas como prenuncio de la novela negra (a la
vez que arraiga en la otra “novela negra”, o sea en la gótica) y el de Anne
Élisabeth Halpern sobre Fantomas y el doble.
Este tomito de 176 páginas concluye con un magnífico episodio dictado en 1963 por Marcel Allain, nunca antes publicado en volumen y que es lo último sobre Fantomas salido de su boca (ya que Allain, como dijimos antes, dictaba sus libros, en la mejor tradición folletinesca, a que Fantomas pertenece de lleno). Ah, y también hay al final una útil “pequeña biblioteca fantomasiana”.
Dibujos inéditos de Schlechter Duval
Para celebrar este libro del museo Boijsman, qué mejor que esta serie de dibujos inéditos de Jan Schlechter Duvall encontrados por Rik Lina en sus archivos:
Raúl Henao: "La reinvención del amor"
Renzo Margonari, sin medias tintas
Renzo Margonari, Homenaje a Mayakovski |
Margonari Renzo Usare
il nome di Breton in questo contesto è criminale. Ciao.
¡Gloria a Renzo Margonari, además de gran artista un auténtico surrealista, con los tomates en su sitio!
Schäfer / Benayoun: “El crepúsculo de los charlatanes”
Natan Schäfer devuelve a la actualidad un ensayo típicamente lúcido de Robert Benayoun, publicado en la revista surrealista La Brèche en 1961. De nuevo su presentación es suficiente motivo para que lo individualicemos, ya que plantea incisivamente cuestiones del momento:
El macaco desnudo
Hay que felicitar a Heribert Becker lo más calurosamente posible por la publicación de una bella invectiva contra Desmond Morris, en el número 151 de Infosurr. Invectiva tanto más estupenda cuando surge en una época en que todo el mundo anda con pies de plomo... y la cara escondida.
Con motivo
de la aparición en Dark Window Press del libro colectivo André Breton’s
Arcane 17. A lodestar for the 21st century, hice una
“I remain
intractable in everything that refers to these stupidities that are repeated
again and again against André Breton”.
Su respuesta:
“You seem to
worship Breton as a God, but he was not. He was the genius who masterminded the
surrealist movement and gave it its great impetus. Without his influence it
would never have existed and all of us who were part of that movement (I was
the youngest - a mere a teenager) owe him an enormous debt.
However, despite his brilliance, he also had some very human failings and I find it interesting that someone with such enormous strengths should also have some serious weaknesses. In my new book The Lives of the Surrealists, that will be published in May, and of which there is a Spanish edition, I have written an essay about Breton which discusses both his good points and his bad points. For me, the fact that he had some undeniably bad qualities, does nothing to reduce my admiration and respect for his undeniably great qualities”.
Y yo:
“I do not discover Breton in the vision you give of him, "humiliated" by the story of Kay Sage (to whom he dedicated words in "Le surréalisme et la peinture", and of whom he included a painting in the same work) or by his visit to the new couple Jacqueline / Hare. (I also think that the most interesting thing about Jacqueline Lamba is what she did before she got away from surrealism.)
It is enough to read the recent letters of Breton to Péret to warn that Breton does not fit into this portrait that you give here of him. By the way, Peret did detest Kay Sage. But above all I express my total anger because you say that "the few surrealists that had remained in Paris to fight the Nazis in the French resistance movement, were calling Breton a coward for fleeing the scene". What surrealists? The surrealists who continued to develop a collective surrealist activity in France were those of the group La Main à Plume, and NONE of them never recriminated anything to André Breton. Seven died in the Resistance. Neither were any of the great surrealists who remained there, such as Victor Brauner, Maurice Blanchard (very active in the Resistance) or Joë Bousquet. That is a criticism conveyed by the Stalinists (who would have wanted to be murdered), and it is regrettable to see it channeled into his words.
For me André
Breton is surrealism, although surrealism is not only André Breton. I owe
everything to him and I consider him the main figure of the 20th
century. All my life I have seen how he receives the lowest and unjust
attacks, and with that I have not compromised. I do not see it as a
God. He was wrong in many things, beginning with the whole time he
believed in Soviet communism, which had at least proved what it was since
Kronstadt. He also rectified many times, as seen in Parinaud's interviews”.
Concediéndole
al darwiniano Morris la bondad dudosa (como veremos ahora mismo) de que
intentaba hacer a Breton más “humano” y dada la calidad del personaje (un
artista extraordinario, sin duda, aunque un tarado científico, que en la
entrevista con que comienza el gran libro de Michel Remy, me hizo escribir al
margen “Este es un cretino”, tras leerle, entre otras cosas, que “we shall no
longer be imprisoned by the earth’s surface”), retiré mis comentarios
despectivos de la reseña a que aludo, tras lo cual, ya contento, desapareció de
mis correos, que a veces lamento que, siendo eléctricos, no consigan también
electrocutar.
Ahora
reactivo esos comentarios, tras leer la reseña implacable de Heribert Becker.
Yo ese libro The lives of the surrealists no quise desembolsar ni un
céntimo de euro por él, ya que me temía lo peor, no solo con respecto a Breton
sino a los restantes victimados. Gracias a la reseña descubro la exactitud de mis temores, y que evidentemente Desmond Morris mentía al
decirme que intentaba hacer más “humano” a André Breton. La chismografía por lo
visto se amplía a todos sus biografiados, y en cuanto a los detalles íntimos de
la vida de Breton yo no entendía de dónde se los sacaba, ya que nunca lo
conoció; sospecho que del libraco de Polizotti.
La reseña es
antológica y no resisto a reproducirla aquí. Considérese además que Heribert
Becker, aparte un crítico y divulgador extraordinario y seriecísimo del
surrealismo, es un hombre muy ponderado, lo que añade más fuerza a sus
palabras: